Hélice Mortal
Trabajar duro, incluso en verano, cuando los demás están de vacaciones, y aplazar las vacaciones hasta el invierno, cuando la mayoría de las personas han regresado al trabajo: una necesidad común para aquellos que desarrollan sus actividades en contacto directo con el público. También para Angelo * viajar fuera de temporada se ha convertido en un hábito establecido, que comparte con su pareja Paola *.
Ambos adoran el mar y el buceo: entonces, ¿qué mejor destino que un complejo turístico exótico para descansar durante el frío invierno? Atolones impresionantes, cabañas de ensueño junto al océano e incluso un curso de buceo avanzado: todos los ingredientes necesarios para unas vacaciones inolvidables.
A finales de enero, la pareja parte para el Océano Índico para una estancia de dos semanas, pero sus planes no están destinados a hacerse realidad.
Es el último día de enero, pocos minutos después de las 15:00 y previa sesión informativa, ambos embarcan en el dhoni que los llevará al punto de buceo, no muy alejado del lugar de fondeo del barco principal. A bordo se encuentran también otros fans del "gran azul", buceadores y practicantes de snorkelling, con muchas ganas de zambullirse.
Faltan pocos segundos para el final; para que la vida de Angelo sea segada por las palas de la hèlice del mismo dhoni que le llevó hasta ahí.
El testimonio de Ricardo, que actúa como guía de la pareja, nos hace revivir en detalle el dramático acontecimiento:
El primer grupo, compuesto por un guía y tres buceadores, se sumerge en el agua desde el punto de salida cerca de la proa del dhoni de buceo, e inmediatamente después nos toca a nosotros: nos sumergimos en el mismo punto de salida.
Sopla un viento fuerte, pero como el lugar de buceo se encuentra dentro del atolón, no hay corrientes ni olas. Recuerdo claramente que, en el momento de empezar el descenso de la inmersión, el motor del dhoni se encontraba desembragado.
Tras el intercambio de las señales de OK en superficie, comunico verbalmente al inicio del descenso y hago la correspondiente señal. Mientras bajamos, todos estamos cerca unos de otros . Me he dado cuenta de que Angelo desciende muy lentamente , así que uso el sonajero ( nota del editor: dispositivo de señalización acústica), sacudiéndolo repetidas veces con el fin de llamar su atención y animarle a descender más rápidamente, ya que el casco del dhoni se encuentra cada vez más cercano a él (el calado del dhoni es de 1,5 mt aproximadamente).
Mientras tanto, controlo visualmente al resto de buceadores, sin dejar de señalar a Angelo que debe bajar; y, con el fin de ayudarlo, empiezo a nadar hacia él. En ese momento escucho el sonido del motor del dhoni, que acaba de embragarse. En este instante, el hombre asciende súbitamente – quizás porque ha aleteado hacía arriba o ha inspirado profundamente – y termina en contacto con la hélice, que se encuentra aproximadamente a 1 mt de la superficie.
Presa del pánico, su compañera de buceo y pareja en la vida real, se quita el regulador de la boca e hincha su BCD, iniciando un rápido ascenso. La sigo, situándome a su lado, muy cerca, hasta llegar a la superficie, tratando de frenar su velocidad de ascenso (más tarde descubrí que mi ordenador había registrado el rápido ascenso). Todo sucede en un abrir y cerrar de ojos.
Una vez en superficie, estalla el caos; el grupo de snorkellers y su guía comienzan a buscar Angelo, mientras me quedo cerca de Paola, quién, obviamente, se encuentra muy agitada, haciendo todo lo posiible para calmarla.
Les lleva poco tiempo encontrarlo. Desde el barco, me dicen que su cuerpo ha flotado y lo han izado a bordo. Coloco a Paola una línea, que ha sido lanzada desde el dhoni, rogándole que se aferre a ella y le pido a un miembro de la tripulación que no aparte su vista de ella.
El viento sopla y el dhoni está a la deriva: nado con dificultad hasta llegar a la escalera. Una vez fuera del agua, corro a popa, donde Angelo está tumbado. Intento localizar su respiración y sus latidos, pero no registro ninguna señal de vida.
Empiezo a administrarle la RCP y soy inmediatamente reemplazado por el capitán de la embarcación, que continúa con las compresiones, mientras me dedico a las ventilaciones de rescate y al control de la hemorragia.
Continuamos la reanimación y el taponamiento durante unos 30-40 minutos, hasta nuestra llegada a la isla, donde se encuentra el hospital más cercano.
Lamentablemente, los esfuerzos de los socorristas son en vano: el hombre es declarado muerto por traumatismo craneoencefálico. Mientras tanto, la Policía Local decomisa el equipo de buceo de la víctima (jacket, regulador, ordenador): una de las dos griferías de la botella está partida, mientras que su BCD y el latiguillo de su regulador, cortados a rodajas. Se inició el proceso para permitir la repatriación del cuerpo, y se abrió una investigación sobre el incidente.
¿Fatalidad o error humano? Cualquiera que sea la causa, para evitar que la muerte tiña de rojo el agua de los mares y de los océanos, sólo hay un camino: la prevención.
Lee el comunicado de prensa de DAN sobre accidentes por hélice.
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