Los pescadores profesionales de langosta en Honduras mueren afectados por parálisis y enfermedad descompresiva.
La langosta de la Costa de Miskitos, en Honduras, es para morirse (literalmente). Los pescadores de marisco en un país asolado por la pobreza, como es esta costa del Caribe, están muriendo por las secuelas de la enfermedad descompresiva, conocidas como “bends” y causada por perfiles de buceo demasiado agresivos, sin el equipo y conocimiento adecuados, en busca del crustáceo de lujo que ellos denominan el «oro rojo», informó la cadena de notícias MSNBC.com.
«Es muy peligroso lo que están haciendo», dijo a esta cadena el buceador Eric Douglas, experto en seguridad en el buceo. «Bucean más allá de lo que consideramos límites aceptables. Son gente poco entrenada y en malas condiciones. Carecen de las elementos básicos que los buceadores actuales consideramos imprescindibles:manómetros, profundímetros, reguladores de reserva, …, incluso el uso de chalecos hidrostáticos para el control de la flotabilidad sin esfuerzo” Pertrechados con escasa protección, los pescadores de langosta se dejan caer en picado a profundidades de -40 metros, a veces hasta en dieciséis ocasiones en un día. La langosta, el 90% de los cual se envía a los EE.UU., puede reportarles hasta 3$/libra, lo que hace que valga la pena arriesgar la parálisis e incluso la muerte, si se quedan abajo demasiado tiempo. Muchos pescadores accidentados se encuentran en manos del Dr. Elmer Mejía, que ha tratado a más de 250 buceadores en los últimos tres años en su clínica de La Ceiba, Honduras.
El Dr. Mejía cuenta en su clínica con la única cámara hiperbárica existente que se utiliza para tratar la enfermedad inducida por el buceo. «Estamos muy contentos cuando vemos que mejoran muy rápidamente en la cámara, pero al mismo tiempo tenemos un poco de miedo, porque cuando ven que mejoran tan rápido, tan rápido, piensan que la cámara hiperbárica hace milagros», dijo el Dr. Mejía a MSNBC.com. «Así que volverán otra vez al buceo y la próxima vez puede ser la última». El Dr. Mejía visita a menudo a sus pacientes a lo largo de la costa Miskito, a unos 200 kilómetros de su clínica. Allí, la gente no tiene electricidad ni agua corriente. La mayoría de las familias en la zona remota tienen al menos un miembro de la familia aquejado por las secuelas de la enfermedad descompresiva. Muchos de sus pacientes están paralizados, y nunca se recuperarán.
«Es muy duro, cuando ves a gente muy joven paralizada del cuello para abajo y sabes que no van a mejorar», dijo a la página web. El Gobierno de Honduras está trabajando para encontrar una solución para solventar este ciclo que implica el buceo mortal, ya que ninguna ley impide actualmente la importación de langostas capturadas por los miskitos en los Estados Unidos. USAID y el Banco Mundial están ya aportando fondos que ayudarán a los pescadores a buscarse otro trabajo, si llega a aplicarse la prohibición.