Respeto Mútuo

En la remota Isla de Guadalupe, tiene lugar una migración que se ha estudiado durante unos cuantos años. Los grandes tiburones blancos (Carcharodon carcharias) migran siguiendo los grandes cardúmenes de atún, una de sus comidas favoritas.
En los viajes que hicimos para fotografiar a los grandes tiburones blancos, nadie en mi grupo fue testigo de la conducta depredadora hacia alguno de estos pinnípedos (literalmente «pies alados», como sugiere la forma de sus aletas). Pablo»Doc» Anes, pionero en el buceo con tiburón blanco en Guadalupe, dice que desde que empezó estas  expediciones en el 2000, nunca ha sido testigo de ningún tipo de depredación, excepto “cuando fuimos testigos de un tiburón blanco comiéndose a un pájaro”, dijo Anes.
Teorías sobre el por qué no hay ataques Muchas teorías abundan acerca del por qué los tiburones no atacan a estas presas de alto contenido calórico y que, normalmente, constituyen su dieta en otros lugares como, por ejemplo, al oeste de las Islas Farallón, en San Francisco, o en la costa sudafricana de False Bay, a unos 30 minutos al sur de Ciudad del Cabo. Los primeros viajes en barco que, por la mañana zarpan desde la ciudad de Simon, en la Península del Cabo, en Sudáfrica, ofrecen a los visitantes asombrosos ataques de tiburones “voladores”, cuando irrumpen espectacularmente en la superficie, en busca de presas. Esto ha sido bien documentado en el popular programa “Air Jaws” (“mandíbulas voladoras”), del Discovery Channel para TV. El agua turbia crea una «zona de muerte», que las focas deben cruzar para llegar a aguas profundas. Allí es dónde se ha podido documentar los sigilosos ataques de los tiburones blancos a los cachorros de foca más jóvenes y menos experimentados que efectúan sus primeras incursiones en el mar.
Anes, propietario de San Diego Shark Diving Expeditions Inc. en San Diego, California, ha dedicado más tiempo a observar y dirigir los viajes a la isla de Guadalupe, que probablemente cualquier otra persona. Él dirige su negocio desde 1993 y ha llevado a cabo numerosas expediciones a Guadalupe. Anes propone varias teorías del por qué los tiburones blancos de Guadalupe no parecen aprovecharse de los pinnípedos en ese lugar en particular.
La visibilidad, que a menudo es de 24 a 30 metros, quita el elemento sorpresa que los tiburones blancos suelen utilizar para lanzar sus ataques. Al igual que los grandes felinos depredadores de las llanuras africanas, estos animales no pueden darse el lujo de desperdiciar energía en numerosos ataques fallidos. Los ataques a los pinnípedos en otras partes del mundo se centran, por lo general, en los cachorros de foca y león marino, que carecen aún de experiencia en la toma de consciencia del peligro para evitar los predadores. Anes también cree que muchos de los tiburones, siguiendo sus hábitos de alimentación, ya se han ido de la zona antes de que los cachorros de foca elefante se adentren por primera vez en el mar. El Dr. Michael Domeier, presidente y director ejecutivo del Instituto Pfleger de Investigación Ambiental, en Oceanside, California, ha marcado unos 20 tiburones blancos de Guadalupe con  dispositivos de grabación y seguimiento por satélite. Sus datos indican que, alrededor del mes de enero, los tiburones se desplazan hacia mar abierto, en pleno océano, llegando incluso hasta Hawaii. También señala que, durante el transcurso de sus estudios, no se ha registrado ninguna depredación de pinnípedos sanos. Jessie Harper, que trabaja con Domeier, ha recopilado datos sobre la población de tiburones blancos de Guadalupe en los viajes con el centro San Diego Shark Diving. Junto a Anes, llevan contabilizadas, en total, más horas que nadie de observación de los tiburones blancos de Guadalupe «Si se produjeran ataques a pinnípedos, al menos hubiéramos visto uno”, dijo Anes. El doctor en biología Burney J. LeBoeuf, ha estudiado a los elefantes marinos durante 25 años. En su libro de 1985, y acerca de ellos, LeBoeuf señaló que las crías de elefantes marinos nacen a partir de mediados de diciembre hasta finales de enero y, después del destete, pueden vivir de la grasa almacenada durante un par de meses, incluso tres. Es decir, puede darse el caso que no sea hasta mayo a lo más tardar, cuando las jóvenes focas se adentren en el mar por primera vez, mucho después de que los tiburones blancos se hayan ido. Un encuentro personal.
En el año 2003, llevé a un grupo de buceadores a una expedición de buceo con los tiburones de la Isla Guadalupe. No fuimos testigos de lo que pensábamos podría ser el primer comportamiento predador entre un tiburón blanco y un león marino en ese lugar.
Un león marino macho, que podía identificarse por su cabeza, dónde destacaba una corona tipo chichón, se acercó a nuestro barco que permanecía anclado y en el que teníamos a unas grandes cabezas de atún flotando, para atraer a los tiburones a las jaulas. Al parecer tenía hambre y quería comerse el cebo de los tiburones, como demostró una y otra vez. Los «vigilantes del cebo» (nombre que utilizamos para los proveedores de cabezas de pescado) tuvieron un trabajo endiablado para mantener las cabezas de atún a salvo del persistente pnnípedo. Durante esta incursión de la tarde, estábamos seguros de que el león marino iba a ser devorado en cualquier momento, ya que los blancos, cada vez más numerosos, iban llegando, surgiendo del gran azul. Todos estuvimos de acuerdo en que fue un gran  spectáculo: el león marino estabar retozando perezosamente en superficie, obviamente observando la oportunidad de hacerse con una cabeza de pescado fresco. Cuando apareció un tiburón, el león marino casualmente empezó a nadar, al parecer muy consciente de que el tiburón podía arrebatarle su comida. En una ocasión, el león marino fue sacado bruscamente de su languidez por un gran tiburón blanco, de unos 3 m de largo, «probando» la cola del león de mar con un empujón. No se trataba de una mordedura. (Los tiburones blancos a veces son mordidos por otros blancos o por sus presas, y, si se lesionan, pueden ser incapaces de cazar y volver a alimentarse por sí mismos.) Fuímos testigos del empujón del joven tiburón macho que, probablemente, estaba tratando de empujar a un competidor fuera del juego.
Anes nos relató que en Guadalupe han visto a leones marinos, en competencia por las cabezas de atún, morder la cola y las aletas dorsales a los tiburones blancos. «Ellos hostigan a los tiburones blancos como lo harían con cualquier otro competidor por los alimentos», dijo Anes. «Al parecer, el depredador se da cuenta de que sería inútil intentar un ataque a un animal tan cauteloso”. «El nombre del juego en la gran pecera es gastar la menor cantidad de energía para conseguir la máxima cantidad de alimentos (calorías). Intentar dar caza a un rápido león marino es una pérdida de valiosa energía en las claras aguas de Guadalupe. Sólo las aguas turbias cercanas a la costa, donde conviven los tiburones blancos y los pinnípedos, logran que un tiburón blanco tenga una mejor oportunidad de alimentarse”.
Con el tiempo, empezó a darse cuenta de que en Guadalupe esto se define mejor como un caso de desconfianza mútua. El león marino sabe que, en esta agua clara, fácilmente puede superar al tiburón. El tiburón parece tomarse al león de mar como una molestia, impidiéndole disfrutar tranquilamente de sus bocadillos de “sushi”.
Sólo la presencia simultánea de tres o más tiburones para competir por los cebos, hicieron que el pequeño individuo se dirigiese hacia la orilla para tomarse un descanso… A veces, la naturaleza nos premia con esclarecedoras e increíbles experiencias.

Sobre el Autor

Dave Haas, afiliado a DAN, es un buceador aventurero cuyas hazañas han sido publicadas en muchas revistas del sector, tanto en prosa como en imágenes.(www.haasimages.com).

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